Escultor de la imagen de
Grupo Escultórico de la Negación de S. Pedro
y
Stmo. Cristo de la Misericordia
Zamorano decía
que nació escultor; que de niño su ilusión era modelar el barro, y que mientras
otros niños jugaban a sus juegos, él, con su arcilla, modelaba: un san Juan, un
Cristo Yacente, tronos, etc. Todo lo que modelaba, la madre lo llevaba a
exponer en los escaparates de la calle más transitada y aprovechaba las visitas
que a Hellín realizaban los escultores Federico Coullaut-Valera y José
Fernández Andes para presentarles las creaciones de su hijo. Ambos escultores
fueron quienes desde 1940 comenzaron a dotar a Hellín del patrimonio imaginero
actual, tras las pérdidas del verano de 1936. A ellos se unirían Mariano
Benlliure, Víctor de los Ríos y nuestro paisano.
Por el ímpetu
materno la familia, aun careciendo de medios suficientes para costear los
estudios, emprende junto a amistades la búsqueda de ayudas, consiguiendo una
pequeña beca de la Diputación Provincia0 y una subvención del Ayuntamiento de
Hellín. Con ello a los 17 años, Zamorano se traslada a Madrid y es bien
dirigido en su formación por el escultor sevillano Fernández Andes; aprende el
oficio en el estudio de Federico Coullaut-Valera y modela, como alumno libre,
en la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Durante los dos
años de permanencia en Madrid, acude a dibujar al Museo de Reproducciones en el
Casón del Buen Retiro y realiza dibujo al natural en el ático del Círculo de
Bellas Artes.
También asiste
a clases de Ángel Ferrant, de este escultor menos conocido por el mundo
cofrade, podemos decir que fue un artista muy comprometido con las vanguardias
de su época y durante toda su trayectoria artística experimentó con nuevos
materiales y conceptos plásticos, y además destacó por su importante labor de
renovación de la pedagogía del arte.
En 1949 ingresa
como alumno oficial en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos, en Valencia,
donde trabaja sobre todo la pintura, real izando cuadros que consigue vender,
con-siguiendo financiar su estancia, pero no estaba muy conforme con la
formación en escultura. A esto se le une una enfermedad que le hace perder varios
meses del curso, decidiendo dar por finalizada su formación en Valencia y
regresando a casa.
Entonces en
Hellín, ya empieza esculpir obras que consigue vender. Éstas fueron unos
tamborileros y unos desnudos para decorar el Teatro Victoria. Termina en 1950
su primera obra para la Semana Santa de Hellín, Ntra. Sra. de la Amargura, la
cual regala a la cofradía de la Santa Cruz. Se trata de una imagen de María,
llorosa y en pie, asida a la cruz, que forma una bella composición, plena de
efectismo.
En 1951 cumple
con el Servicio Militar en un acuartelamiento de Melilla, donde da a manifestar
sus dotes de escultor, y por ello lo dedican a tallar y a esculpir. A la
vuelta, y durante varios años, alternó su oficio de molinero con el modelado y
ejecución de sus obras. No podía dejar el molino porque, en realidad, era el
medio de subsistencia familiar. Cuando le llegaba la inspiración se ponía a
dibujar bocetos, hasta en paredes, o modelaba inmediatamente en el barro
preparado. Como tenía que mover los sacos, echar espuertas de cebada en la
torva, coger la harina con la pala, se quejaba de que con la fuerza que tenía
que hacer en el molino se le iba el pulso para poder modelar por las noches.
Siempre siguió
formándose y quien con él conversaba apreciaba lo gran conocedor del mundo del
Arte (Pintura, Escultura, Música y Arquitectura), de la Tauromaquia o del
Flamenco.
SU OBRA
Zamorano se
definía como escultor y no como imaginero, porque su obra, en general, es muy
abundante, estando realizada en madera, piedra, mármol, bronce, barro cocido y
cemento. Muchas de estas piezas se encuentran repartidas por diversas ciudades
españolas y algunas por el extranjero (Inglaterra, Perú).
Tiene
catalogadas más de cien obras de esculturas no religiosas: bustos, para
celebridades locales o nacionales, y monumentos que adornan plazas y
jardines. Por su afición taurina fue
requerido para esculpir obras taurinas, algunas de ellas, han pasado a ser
reproducciones para trofeos.
La escultura
religiosa no procesional la trabajó en distintas facetas, por ejemplo, en
bronce, creando fundadores o patronos de ordenes religiosas o imágenes para
panteones; labró la piedra y el mármol en creaciones para fachadas de templos;
para altares mayores talló la madera sin policromar en crucificados o
advocaciones parroquiales.
SU OBRA PASIONARIA
Con su obra
realizó una auténtica catequesis de la vida y Pasión de Jesús, creaciones para
el culto y para servistas en procesión. Aquéllas que permanecen en la ciudad de
Albacete fueron mostradas en exposición organizada por la Junta de Cofradías de
Semana Santa de Albacete.
De manera
extraordinaria, y en homenaje póstumo, la obra hellinera salió en procesión el
pasado 21 de
marzo de 2009, siendo acompañada por cofrades de otras localidades, que rinden
culto a otras imágenes «zamoranas».
Como última
obra volvió a tallar a María Dolorosa asida a la cruz, que permanece en su
Molino-taller. Por último, añadir que el anhelo de Zamorano era crear una
fundación, en su más que centenario molino y con su diverso patrimonio
artístico y local recopilado.